Hay otro fruto espiritual madurado en estos cuarenta años por el que quisiera dar gracias con vosotros a la divina Providencia: es el gran número de sacerdotes y de personas consagradas que el Señor ha suscitado en vuestras comunidades. Muchos sacerdotes están comprometidos en las parroquias y en otros campos de apostolado diocesano, muchos son misioneros itinerantes en varias naciones: ofrecen un generoso servicio a la Iglesia de Roma, y la Iglesia de Roma ofrece un precioso servicio a la evangelización en el mundo. ¡Es una verdadera “primavera de esperanza” para la comunidad diocesana de Roma y para la Iglesia! Doy las gracias al rector y a sus colaboradores del seminario Redemptoris Mater de Roma por la obra educativa que desempeñan. Su tarea no es fácil, pero muy importante para el futuro de la Iglesia. Les aliento, por tanto, a continuar con esta misión, adoptando las orientaciones formativas propuestas tanto por la Santa Sede como por la diócesis.
El objetivo que deben buscar todos los formadores es el de preparar presbíteros bien integrados en el presbiterio diocesano y en la pastoral tanto parroquial como diocesana.